Nuestras Hermandades están comandadas por personas, esas que se presentan en las elecciones para ocupar los cargos de máxima responsabilidad dentro de nuestras corporaciones, las que tienen que tomar las decisiones y llevar las riendas de cuanto sucede en nuestras cofradías durante todo el año, no sólo en Semana Santa.
Las hay, lo sé porque he vivido
con una de ellas, que muchas de las personas que ocupan esos cargos lo hacen a
costa de su familia y dinero, se pierden muchos momentos en sus casas y además
pagando no sólo ese precio, también el coste monetario que cualquier cargo
conlleva, sin visas oros ni dietas que pasar a ningún organismo que cubra esos
gastos a veces desmedidos. Personas que humildemente dan parte de su vida hacia
lo que más aman, que incluso enfermos no dudan en dar el paso adelante y se
quedan el tiempo preciso para ayudar a los más jóvenes, que aunque quieren les
falta experiencia, aportando sabiduría y calma a sus gobiernos.
Pero también nos encontramos a
personas que se aferran al cargo como a un clavo ardiendo, que no quieren dejar
paso a las nuevas generaciones y se sirven de las Hermandades para paliar la
frustración de querer ser algo más. Los hay que utilizan nuestras corporaciones
como rampas de lanzamiento hacia la política, una forma de darse a conocer y
presentarse ante la ciudadanía, en su ambición no miran las consecuencias de
ciertas acciones, como en botica hay de todo.
Por eso debemos apoyar a los que
vienen a servir, no a servirse. No politicemos nuestras Hermandades, los vicios
que en otras partes de la sociedad la están corrompiendo dejémoslo a parte,
porque estamos jugando con muchos siglos de historia para cargárnoslo de un
plumazo por una notoriedad y un egoísmo impropio de lo que deben representar.
No juguemos con los sentimientos de tantos pueblos.
Columna de Opinión publicada en la página de Cuaresma de www.lavozderonda.es el día 09/03/2013
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